Todas las mañanas me levanto con mis clásicos pelos de loca y ojeras de oso panda. Voy a la cocina, meto una taza en el microondas y aprovecho el tiempo de espera para levantar las persianas del salón y quedar cegada momentaneamente. Pobres aquellos transeúntes que alcancen a ver mi lamentable aspecto en la ventana.
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