jueves, 22 de octubre de 2009

FiloSofía de vida

Hoy ha salido el sol en Badajoz. Tras una semana de lluvias e intensos dolores de garganta, las cosas parecen calmarse en la ciudad. Estoy de muy buen humor pero me vais a permitir que cambie el tono de esta entrada porque tengo algo que necesitaba escribir desde hace tiempo:


El lugar en el que vivo (donde vivo normalmente, no ahora que estoy estudiando fuera) siempre me ha parecido un espacio idílico. Tanto a nivel físico como psicológico. Es el lugar ideal. Por una parte zonas verdes, agua y muchísimo espacio para ser aprovechado por niños pequeños y familias. Por otra, tranquilidad, recuerdos,confianza y gente que conozco desde que nací. Siempre he sentido este lugar como el origen, el punto al cual debía volver para recuperarme cuando lo necesitara y poder asegurar "estoy en casa".

Hoy en clase me he dado cuenta de en qué momento preciso sentí tambalearse toda la seguridad que siempre me ha proporcionado este lugar. Fue hace relativamente poco tiempo. Nunca había vivido allí una experiencia lo suficientemente negativa como para hacerme pensar que la perfección se había perdido, pero hace cosa de unos meses pasó algo que lo cambió. De alguna forma cambió mi percepción de aquel lugar. Sigue siendo mi casa, sigue siendo el sitio perfecto para mí y obviamente nunca me sentiré mal estando allí ... pero desde hace unos meses la sensación de que ése sitio está inmunizado contra las penosidades de ahí afuera ha desaparecido.

Y hoy sin venir a cuento me he acordado. Me he acordado de ese día lluvioso en el que mi madre y yo salimos disparadas después de comer en dirección al tanatorio. Todo fue tan raro. El primer funeral al que he ido jamás. Me sentía como si estuviera en la piel de otra, pero sin embargo toda la gente me resultaba conocida. No, definitivamente no era una película. Fue un día devastador, pero también lo fueron los días anteriores a éste y lo cierto es que a veces me cuesta asumir que viví lo que viví. No estamos acostumbrados a la muerte.

El caso es que hoy, en plena clase de historia me han venido estos recuerdos a la mente con su consiguiente reflexión acerca de las virtudes del lugar que considero mi casa. Y pensé que tenía que escribir. Deduzco que pocas personas sabrán a quién me refiero cuando escribo esta entrada, ni siquiera sé si gustará acostumbrados a mis múltiples tonterías diarías, pero no me importa. Me voy a sentir de maravilla una vez la acabe.

Esta entrada va dedicada a una mujer encantadora que ahora lamento no haber podido conocer mejor a pesar de haber compartido tantos años. Vecina, amiga, madre, filósofa de calle (como me gusta referirme a este tipo de personas) ... Todo carácter, amabilidad y buen humor. Me encanta. Me encantó y me encantará siempre.

Gracias por haber estado ahí. Te lo debía =)



1 comentario:

Anónimo dijo...

Home is where your heart is. Te quiero.