miércoles, 7 de mayo de 2014

La pulsera de Rajamos

Esta es la historia de cómo llegó a mi muñeca "La pulsera de Rajamos".

PARTE 1

2 años atrás:

Movida por la necesidad, la pereza y el calor, salí de casa a media mañana en dirección al supermercado más caro y cercano a su vez. Al poco rato, salí de nuevo a la calle cargando con sendas bolsas y los cascos puestos. No llevaría ni dos minutos andando cuando noté una presencia a mi lado. Miré de reojo. Un hombre. A mi derecha. Esforzándose por seguir el mismo ritmo sin adelantarme o dejarme atrás. Inquieta ante la insistencia del tipo, le eché una mirada inquisitiva lo suficientemente larga como para ver que me estaba diciendo algo. Me quité los cascos.

"¿Qué?"

"¡Te gustan las pulseras!" - Dijo sonriente mientras me señalaba la mano derecha. 

"Sí. Y a tí también." - Respondí al fijarme en las suyas. Ante todo amabilidad.

El desconocido paró, se quedó sonriendo y decidió cruzar la carretera para evitar el lejano paso de cebra. Yo seguí andando. Esperé. Crucé. Estaba a pocos metros del portal de casa (a la misma altura a la que había sido abordada pero al otro lado de la vía) cuando alcé la vista y comprobé horrorizada que el alegre hombrecillo venía hacia mí.

Retrato robot del coprotagonista de esta historia. Desvirtuado por el paso de los años y mi tendencia a la exageración.
Durante unos segundos estuve tentada de salir corriendo hacia el portal y cerrar tras de mí pero era demasiado tarde. Me había visto. Hizo un gesto. Me quité los cascos y paré en seco en mitad  de la calle. Entonces no imaginaba que había dado pie a una conversación mucho más larga de lo que podía imaginar.

El desconocido se presentó. Su nombre era Petru. Alto, delgado, con un aire entre hippie y zarrapastroso y con un marcado acento (que siempre que he intentado imitar, ha acabado sonando a italiano). Petru se había autoconvencido de que mi pasión por las pulseras (no os vayáis a pensar, llevaría cuatro y bastante discretas) era digna de su atención y por ello, puso todo su empeño en convencerme para aceptar una pulsera personalizada.

"¿Cómo te llamas?"

"... Alicia"

(Quien me conoce un poco sabe que no soy muy rápida/perspicaz/coherente a la hora de reaccionar bajo presión, así que es un milagro que le dijera ese nombre y no Amidala o algo peor)

Petru decidió que me iba a hacer una pulsera con mi nombre (¡Maldita sea!) y para ello quería mi número de teléfono. Mi pésima actuación sobre lo muy estropeado que estaba mi móvil debió de ser lo suficientemente convincente para dar la vuelta a las tornas y que fuera yo quien apuntase su número (Acabo de comprobar que sigue estando guardado en mi agenda). Petru insistía en lo preciosa que iba a quedar la pulsera y yo, ajena a lo absurdo de la situación no paraba de pensar en la rabia que me iba a dar si llegaba a recibir una pulsera con un nombre no correspondido. Así que, dominada por la idiotez, le dije:

"Pon mejor Rajamos"

"¿Rajamos? Es el nombre de tu novio?"

"... Sí"

(Inciso: Rajamos es el nombre de mi grupo de amigos de Badajoz)

Así que Petru me hizo deletrear el nombre y se lo apuntó en un papel. Mi novio. Justo cuando notaba que la bolsa de yogures empezaba a gotear, Petru se despidió de Alicia encantado por la conversación y me hizo prometer que le llamaría para recoger la pulsera. 

Éste es el punto en el que normalmente, el suceso se queda en una anécdota divertida y punto. Pero NO. Si fuera así no tendría cierta pulsera en mi muñeca mientras escribo estas palabras.

PARTE 2

Dos días más tarde, tras haber contado mi encuentro con Petru una infinidad de veces, sucedió lo inevitable:  Iba hacia la escuela de idiomas, enfundada en mi camiseta de las novatadas (con un llamativo "JULIPY" estampado en la espalda) cuando escuché:

"¡ALICIA!"

¡No puede ser! Me lancé la mochila a la espalda y giré para toparme cara a cara con Petru, que venía jadeando con una sonrisa de oreja a oreja.

"¡No llamaste!"

"...No, ya... es que tengo el móvil un poco fastidiado... y ahora tengo prisa"

"Me tienes que llamar para que te la dé, ya la tengo hecha"

¡Maldita sea! ¡Ya sé que Badajoz no es precisamente grande, pero no puede ser tan fácil encontrarse con el loco de hace dos días! Horrorizada y asustada por la casualidad, decidí poner fin a los encuentros súbitos quedando con él tras las clases. 

Esa tarde, todo lo que podía salir mal, salió mal. Ya había quedado para recoger una bicicleta que urgía para un trabajo de la facultad. Eché a correr tras la escuela de idiomas, cogí la bici, monté en ella para llegar a tiempo a la transacción con Petru ¡Rueda deshinchada! Correr con la bici a rastras. Llegar al punto de encuentro y ni rastro del amigo. Media hora de espera... ¿Dónde está? ¡Esto tenía que acabar hoy!

Resignada, cogí el móvil y llamé (ocultando el número) a Petru. No lo cogió él. Lo cogió una extraña que lo primero que hizo fue preguntarme si conocía a su amigo del 15-M o del equipo de fútbol de la asociación (¡¡¡???) Colgué. Volví a llamar al rato. Petru estaba cruzando un puente pensando que habíamos quedado una hora antes y le había fallado. Tensión. Sudores ¡Ven corriendo! A todo esto, yo había quedado en asistir a una lectura de mi padre a la que por supuesto, ya llegaba tarde.

Petru llegó en bicicleta. Lo cual me hizo abalanzarme contra él y rogarle una bomba para hinchar mi rueda. No hubo suerte. Sin embargo, por fin iba a concluir la historia de la pulsera. Petru sacó no una sino DOS pulseras: ALICIA y RAJAMOS. 

"Pe...pero si ya te dije que Rajamos, sólo"

"No, pero también tenías que tener Alicia. Son dos euros cada una"

"¡¿QUÉ?! Pero... esto... me quedo sólo con Rajamos ¿Vale?"

"¿Qué? Venga... si ya me he gastado todas las aes que tenía. Te regalo la de Alicia. Sólo dos euros"

Idiota de mí que en algún punto de esta historia llegué a pensar que me iba a salir gratis la gracia.  Pero cualquier cosa era suficiente con tal de no temer el rencor de un alegre desconocido. Así que dos euros, una amable despedida y pude echar a correr arrastrando tras de mí una bici y dos pulseras con mucha historia.




A día de hoy y desde el momento de su entrega, la pulsera de Alicia ha estado guardada a buen recaudo esperando pacientemente al momento en el que la de Rajamos se me destroce y necesite a su sustituta para recordar lo que puede pasar si le das conversación a ciertos desconocidos.


¿RAJAMOS? RAJAMOS.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay señor que valor Alicia jajajaj